¿Qué es la legionella?

La legionella es una infección pulmonar originada por una bacteria y que se caracteriza por tener neumonía con fiebre alta, además de una tos fuerte, dolores musculares o diarrea.

Las bacterias que causan esta enfermedad tienen su hábitat natural en aguas estancadas y se extienden en general en ambientes cálidos y húmedos. La mayor fuente de contagio para las personas lo constituyen los sistemas de agua y aire acondicionado de los grandes edificios como oficinas, hospitales, hoteles o centros comerciales.

A través de esta agua y a través de gotas de aerosol se filtran por los conductos y estas bacterias son inhaladas por personas. Esta bacteria presenta una capacidad de multiplicación elevada que es difícil de contrarrestar por las defensas de los individuos.

Los principales síntomas son la fiebre, aparentemente un cuadro gripal, cansancio y debilidad, tos y cefalea. Si lo que se tiene es la enfermedad del legionario los síntomas son más acentuados como sensación de falta de aire, diarrea o dolores torácicos cuando se respira.

Una vez diagnosticada para tratar la legionella suelen usarse antibióticos como quinolonas y macrólidos, así como la azitromicina y el levofloxacino puesto que penetran mejor en las células donde se encuentra la legionella.

La duración de los tratamientos antibióticos suele ser de unos diez días, esta duración puede ampliarse en aquellos pacientes con problemas inmunológicos o en trasplantados. Dado que se trata de una neumonía, otras medidas que pueden tomarse pueden ser el oxígeno y analgésicos para los dolores articulares y la cefalea.

Es recomendable que el tratamiento de la legionella se inicie en cuanto se sospeche que se padece la enfermedad y que un médico lo certifique, ya que si se trata adecuadamente y desde el principio el pronóstico es excelente, especialmente si el paciente no presenta ninguna patología previa ni tiene el sistema inmunitario debilitado.

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